Según Santo Tomás, "la Devoción
es una virtud, que hace a la criatura humana pronta y hábil
para toda virtud, a la vez que la capacita para la recta acción".
Así como el viento aleja las nubes, y deja el cielo
sereno y clarificado, así, la verdadera devoción,
aleja de nuestro Ser interior, toda pesadumbre y dificultad,
tornándolo hábil para la práctica de
todo bien.
La devoción es un don especial del Espíritu
santo, un rocío del Cielo, un socorro, una visita de
Dios que se alcanza por la oración, cuya condición
es luchar contra toda dificultad y pesadumbre, abandonar la
tibieza, henchir el alma de buenos deseos, alumbrar el entendimiento,
esforzar la voluntad, encender el amor a Dios, apagar las
llamas de los malos deseos, hastío del mundo, aborrecimiento
del pecado, a la vez que nos comunica otro fervor, otro espíritu
y otro aliento y esfuerzo para realizar la recta acción,
el bien obrar.
San
Pedro de Alcántara
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