En el Tíbet, las pieles nuevas se ponen al sol y se
frotan con mantequilla para hacerlas más suaves. El
practicante es como una piel nueva: duro y áspero,
con una visión limitada y una rigidez conceptual.
La enseñanza (dharma) es como mantequilla que se le
frota mediante la práctica, y el sol es la experiencia
directa; cuando se aplican ambas, el estudiante se vuelve
suave y maleable. Sin embargo, la mantequilla se guarda en
bolsas de piel y cuando se deja ahí por muchos años,
la piel se vuelve tan dura como la madera y no es posible
suavizarla nuevamente, no importa cuanta mantequilla nueva
se use.
De la misma manera, alguien que pasa muchos años estudiando
las enseñanzas, intelectualizándolas y teniendo
poca experiencia directa de ellas, es como la piel endurecida.
Las enseñanzas pueden suavizar la piel endurecida por
el condicionamiento y la ignorancia, pero cuando se guardan
en el intelecto y no se frotan en el individuo por medio de
la práctica, ni se calientan con el sol de la experiencia
directa, puede volverse rígido y duro en su comprensión
intelectual.
Entonces las nuevas enseñanzas no lo suavizarán,
no podrán entrar en él, ni cambiarlo. Debemos
tener cuidado de no guardar las enseñanzas como conceptos
intelectuales solamente, ya que la comprensión intelectual
en si misma se vuelve un impedimento para la sabiduría.
Las enseñanzas no son ideas para coleccionar, sino
un camino a seguir.
Del
libro "La Yoga de los Sueños" de Tenzin Wangyal
Rinpoche
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