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EL
CAMINO |
Dice
el Imán al-Gazzali:
Has de saber que el signo de que Allah se ha apiadado de un
hombre es que lo
hace reconocer sus propios defectos.
Aquél que tiene aún algo de luz en el ojo de su
corazón no considera con
ligereza sus vicios y defectos, y no duda en ponerles remedios
tajantemente.
Sólo el que es consciente verdaderamente de sus enfermedades
podrá buscar y
encontrar la medicina son necesarios.
Las enfermedades a las que nos referimos son en extremo ambiguas,
y exigen
un equilibrio y un sentido común que es escaso entre
los seres humanos.
El Corán dice: "Sé recto tal como se te ha
ordenado", esa rectitud, armonía
y equilibrio niegan los extremos, y lo más fácil
para el ser humano es
acudir a uno de los extremos, y en ellos sólo hay perdición
y ruina: no se
puede ser avaricioso o despilfarrador, sino que el centro es
la generosidad,
ni se puede ser cobarde o temerario, el equilibrio está
en el valor, ni se
puede ser libertino o asceta, sino que el punto medio es el
equilibrio.
Por ello, quien quiera corregirse y hacer saludable su corazón
para
trascender verdaderamente y llegar al Llana de Allah tiene que
dar cuatro
pasos.
El primero de esos pasos consiste en buscar al maestro adecuado,
un Sheikh
que conozca las interioridades del ser humano, que haya realizado
ya ese
camino y tenga corazón sano. El aspirante podrá
seguirlo, llevarlo por el
sendero del combate interior, el Yihad mayor. Aprovechará
su experiencia y
se someterá sus órdenes, y el maestro irá
matando en él todas las
inclinaciones nocivas, destruirá la serpiente que lleva
dentro, y lo alzará
a Allah. Pero maestros así son difíciles de encontrar
en este tiempo en el
que abundan los charlantes. Ya lo decía el Imán
al-Gazzali, por lo que
aconseja ser prevenidos, hacer del Corán nuestro Sheikh,
y de la Sunna
nuestro sendero, ir labrando en nuestros espíritus la
sabiduría necesaria,
ir aumentando el sentido común y pedir a Allah un entendimiento
recto y luz
suficiente para no confundirnos.
El segundo paso que hay que dar es escoger con prudencia las
amistades, pues
es la compañía la que labra las cosas del Corazón.
Es necesario frecuentar a
los rectos, a los dotados de sentido común y discreción,
a los que practican
con sinceridad el Din, a los que se quejan de sí mismos
y buscan a Allah, a
los que se corrigen a sí mismos antes de censurar a los
demás, a los que son
callados porque sus corazones hablan a Allah, a los que no son
pretenciosos
sino que dedican su tiempo al estudio del Corán y de
la Sunna, a los que nos
censuran con dulzura pero saben censurar y nos hacen ver nuestros
defectos y
no nos rebelan. Estas son las compañías que deben
ser buscadas para ir
adquiriendo conciencia de nuestros defectos, pues sólo
el que es consciente
de sus defectos puede remediarlos.
El tercer paso consiste en irnos educando de modo que las censuras
no nos
rebelen. Es decir, es necesario aprender de aquello que nuestros
enemigos
nos acusan. Pues está dicho que el ojo rencoroso descubre
los defectos,
mientras que el ojo amante sólo ve las virtudes. En tus
enemigos hay
provecho para ti si sabes escuchar. Si lo que deseas es ir mejorando,
descubrir lo oculto de ti mismo que tú mismo quieres
ignorar o no puedes
ver, no te enfades con tu enemigo, al contrario aprende de sus
palabras,
busca lo que hay de verdad en ellas, y verás como no
siempre tus enemigos
están desacertados. Conviértelos en tus maestros
y, sin ellos quererlo, te
guiaran por buenos caminos.
El cuarto paso consiste en observar a la gente, descubrir sus
vicios y sus
defectos, y atribuírselos a uno mismo. Somos como son
los demás, tenemos en
mayor o menor grado los mismos defectos, y quizás además
el de la arrogancia
que es ceguera, creernos mejores, y eso es el primer y mayor
obstáculo para
avanzar hacia Allah. Considerémonos como consideramos
al resto de las
gentes, sólo así empezaremos a dar pasos hacia
delante. Estemos vigilante,
pues es posible que llevemos dentro aquello de lo que acusemos
a los demás,
y no sólo es posible sino muy probable.
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