Simplicio, citado por Ouspensky, escribió: "Los
pitagóricos dijeron que las mismas cosas se repiten
una y otra vez".
En conexión con esto es interesante observar las palabras
de Eudemo, discípulo de Aristóteles (en el libro
tercero de la Física). El dice:
"Algunas
personas aceptan y algunas otras personas niegan que el tiempo
se repite. La repetición se entiende en diversos sentidos.
Una clase de repetición puede suceder en el orden natural
de las cosas, como la repetición de los veranos, de
los inviernos y otras estaciones, en que una nueva viene después
que otra ha desaparecido; a este orden de cosas pertenecen
los movimientos de los cuerpos celestes y los fenómenos
producidos por ellos, tales como los solsticios y los equinoccios,
que son producidos por el movimiento del Sol.
Pero si debemos creer a los pitagóricos, existe otra
clase de repetición. Eso quiere decir que yo os hablaré
y me sentaré exactamente así y tendré
en mi mano el mismo palo, y todo será igual que ahora;
y el tiempo, como es de suponer, será el mismo, porque
si los movimientos de los cuerpos celestes y de muchas otras
cosas son los mismos, lo que ocurrió antes y lo que
ocurrirá después es también lo mismo.
Esto se aplica también a la repetición, que
es siempre la misma. Todo es lo mismo".
Un análisis a fondo sobre el Budismo, nos lleva a la
conclusión de que el Buda enseñó la Ley
de Recurrencia en su doctrina sobre las existencias sucesivas.
A la Ley de la Recurrencia expuesta magníficamente
por Eudemo en los precedente párrafos, nosotros sólo
tenemos que añadirle la espiral que según Pitágoras
es la curva de la vida.
El tiempo es redondo, cíclico, y todo se repite ya
en espiras más elevadas, ya en espiras más bajas.
Resulta interesante y doloroso al mismo tiempo, la repetición
incesante de los mismos dramas, de las mismas escenas, de
los mismos acontecimientos en cada una de las existencias
que por Ley Cósmica se asignan a las Esencias humanas.
Un hombre es lo que es su vida. Si un hombre no modifica nada
dentro de sí mismo, si no transforma radicalmente su
vida, si no trabaja sobre sí mismo, está perdiendo
el tiempo miserablemente .
Un hombre muere y los angustiosos momentos de su agonía,
sus últimos instantes y realizaciones, sus últimas
sensaciones y sus últimas penas, se encuentran íntimamente
asociadas a los goces del amor que originan el nuevo nacimiento.
La nueva existencia comienza exactamente en las mismas condiciones
que la anterior y es claro que no puede comenzar en ninguna
otra condición.
La muerte es el regreso al comienzo mismo de su vida con la
posibilidad de repetirla nuevamente. Al renacer en este valle
de lágrimas, el pasado se convierte en futuro de acuerdo
a la Ley de Recurrencia. La vida de cada uno de nosotros,
con todos sus tiempos, es siempre la misma -de existencia
en existencia a través de los innumerables siglos-.
La vida de cada uno de nosotros en particular es la película
viviente que al morir nos llevamos a la eternidad. Cada uno
de nosotros se lleva su película y la vuelve a traer
para proyectarla otra vez en la pantalla de una nueva existencia.
La repetición de dramas, comedias y tragedias, es un
axioma fundamental de la Ley de Recurrencia.
En cada nueva existencia se repiten las mismas circunstancias.
Los actores de tales escenas siempre repetidas son las gentes
que viven en nuestro interior, los "yoes psicológicos".
Si desintegramos esos actores, esos "yoes" que originan
las repetidas escenas de nuestra vida, entonces la repetición
de tales circunstancias se haría algo más que
imposible. Obviamente sin actores no pueden haber escenas,
esto es algo irrebatible, irrefutable.
Reflexionemos seriamente sobre la Ley de Recurrencia o repetición
de escenas en cada retorno; descubriremos por Auto-observación
intima los resortes secretos de esta cuestión. Si en
la pasada existencia a la edad de 25 años tuvimos una
aventura amorosa es indudable que el "yo" de tal
compromiso buscará a la dama de sus ensueños
a los 25 años de la nueva existencia. Si la dama en
cuestión entonces solo tenía 15 años,
el "yo" de tal aventura buscará a su amado
en la nueva existencia a la misma edad justa. Resulta claro
comprender que los dos "yoes", tanto el de él
como el de ella, se buscarán telepáticamente
y se reencontrarán nuevamente para repetir la misma
aventura amorosa de la pasada existencia.
Dos enemigos que a muerte pelearon en la pasada existencia,
se buscarán otra vez en la nueva existencia para repetir
su tragedia a la edad correspondiente. Si dos personas tuvieron
un pleito de bienes raíces a la edad de 40 años
en la pasada existencia, a la misma edad se buscarán
telepáticamente en la nueva existencia para repetir
lo mismo.
Dentro de cada uno de nosotros viven muchas gentes ("yoes")
llenas de compromisos, eso es irrefutable. Un ladrón
carga en su interior una cueva de ladrones con diversos compromisos
delictuosos. El asesino lleva dentro de sí mismo un
club de asesinos y el lujurioso porta en su psiquis una casa
de citas. Lo grave de todo esto es que el intelecto ignora
la existencia de tales gentes o "yoes" dentro de
sí mismo y tales compromisos que fatalmente se van
cumpliendo. Todos estos compromisos de los "yoes"
que dentro de nosotros moran, se suceden por debajo de nuestra
razón.
Son hechos que ignoramos, cosas que nos suceden, acontecimientos
que se procesan en el subconsciente e inconsciente. El animal
intelectual, equivocadamente llamado hombre, no puede cambiar
las circunstancias, todo le sucede, como cuando llueve, o
como cuando truena; tiene la ilusión de que hace, pero
no tiene poder para hacer, todo se sucede a través
de él, todo es fatal, mecánico. Sólo
el Ser puede hacer, sólo el Ser puede originar nuevas
circunstancias, sólo el Ser puede cambiar todo este
orden de cosas, pero el animal intelectual no tiene encarnado
al Ser. Nuestra personalidad es tan solo el instrumento de
distintas gentes ("yoes"), mediante el cual cada
una de esas gentes cumple sus compromisos.
En este valle de amarguras existen hombres máquinas
de repetición absoluta, tipos mecanicistas ciento por
ciento, sujetos que repiten hasta los más insignificantes
detalles de sus existencias precedente, casos concretos de
Egos que retornan durante muchos siglos en el seno de una
misma familia, ciudad y nación. Esos son los que debido
a la incesante repetición de lo mismo pueden decir,
por ejemplo: me casaré a los 30 años, tendré
una mujer de tal color, de tal estatura, tantos hijos, mi
padre morirá a tal edad, mi madre a tal otra edad,
mi negocio fructificará o fracasará, etc., y
es claro que todo viene a suceder con exactitud asombrosa.
Son personas que se saben su papel a fuerza de tanto repetirlo,
que no lo ignoran, y eso es todo.
Entran en este asunto también los "niños
prodigio" que tanto asombran a las gentes de su época;
por lo común, se trata de Egos que ya saben su oficio
de memoria y que al retornar lo hacen de maravilla desde los
primeros años de su infancia.
En esta tierra del Samsara (mundo fenoménico) se reincorporan
constantemente sujetos de repetición variada, que reviven
sus existencias precedentes ya en espiras más elevadas,
ya en espiras más bajas. Existe también en nuestro
interesantísimo mundo cierto tipo de gentes con tendencia
creciente a la degeneración, que marchan resueltamente
por el espiral descendente; estos son los borrachos, los suicidas,
los homosexuales, las prostitutas, los drogadictos, los asesinos,
etc. Esta clase de gentes repiten en forma más y más
descendente en cada existencia sus mismos delitos, hasta que
al fin entran a los Mundos Infiernos.
En aparente y brillante contraste con ese tipo de vía
de descenso o fracaso, pero en posición igualmente
abominable, se encuentran los caballeros del alto mundo, los
grandes triunfadores que adoran a la Gran Ramera, los multimillonarios,
los científicos perversos que inventan armas destructivas,
los tenebrosos secuaces de la dialéctica materialista
que le quitan a la humanidad sus valores eternos, los fanáticos
del deporte, los vanidosos batidores de récords, los
cómicos que juegan con el monstruo de las mil caras
(el público), las famosas estrellas de cine, que justifican
todos sus adulterios con innumerables matrimonios y divorcios,
los artistas degenerados de la nueva ola, los bailarines de
rock, los fundadores de sectas perjudiciales, los escritores
de libros pornográficos, los escépticos de todo
tipo, etc., etc., etc.
El tipo de triunfador está hipnotizado por el éxito
y ese es precisamente su mayor peligro, ignoran que están
bajando por la espiral descendente y entran a los Mundos Infiernos
embriagados por el triunfo. El tipo de triunfador sabe con
exactitud lo que tiene que hacer cada vez que retorna a este
escenario del mundo y repite siempre sus mismas aventuras.
Es asombrosa la Ley de Recurrencia. Las personas normales,
comunes y corrientes, repiten siempre sus mismos dramas, los
cómicos una y otra vez en cada una de sus existencias
sucesivas repiten sus mismas payasadas, los perversos se reincorporan
continuamente para repetir incesantemente las mismas tragedias.
Todos estos eventos propios de las existencias repetidas van
siempre acompañados de las buenas o malas consecuencias,
de acuerdo con la Ley de Causa y Efecto. Cada existencia es
una repetición de la pasada más sus consecuencias
kármicas buenas o malas, agradables o desagradables.
Volverá el asesino a verse en la horripilante ocasión
de asesinar, mas será asesinado; volverá el
ladrón a verse con la misma oportunidad de robar, pero
será metido en la cárcel; sentirá el
bandido el mismo deseo de correr, de usar sus piernas para
el delito, pero no tendrá piernas, nacerá inválido
o las perderá en cualquier tragedia; querrá
el ciego de nacimiento ver las cosas de la vida, aquellas
que posiblemente le condujeron a la crueldad, etc., pero no
podrá ver; amará la mujer al mismo marido de
la existencia anterior, a aquel que posiblemente abandonó
en el lecho de enfermedad para irse con cualquier otro sujeto,
mas ahora el drama se repetirá a la inversa y el sujeto
de sus amores partirá con otra mujer, dejándola
abandonada. Así amigos, así trabaja la Ley de
Recurrencia incesantemente.
Por debajo de nuestra capacidad cognoscitiva suceden muchas
cosas. Desgraciadamente, ignoramos lo que por debajo de nuestra
pobre razón sucede.
Salir de esta desgracia, de esta inconsciencia, del estado
tan lamentable en que nos encontramos, sólo es posible
muriendo en sí mismos.
Así pues, la Ley del Eterno Retorno de todas las cosas
se combina siempre con la Ley de Recurrencia. Los egos retornan
incesantemente para repetir dramas, escenas, sucesos, aquí
y ahora. El pasado se proyecta hacia el futuro a través
del callejón del presente.
Reencarnación es muy diferente. La doctrina del Gran
Avatara Krisna enseña que sólo los dioses, semidioses,
reyes divinos, Titanes y Devas se reencarnan.
La palabra Reencarnación es muy exigente; no se debe
usar de cualquier manera: nadie podría reencarnificarse
sin haber antes eliminado el Ego, sin tener de verdad una
Individualidad Sagrada. Reencarnación es una palabra
muy venerable; significa de hecho la reincorporación
de lo divinal en un hombre, una nueva manifestación
de lo divino...
De ninguna manera exageramos conceptos al enfatizar la idea
trascendental de que la Reencarnación solo es posible
para aquellos que ya lograron en cualquier ciclo de manifestación
la unión gloriosa con la Super Alma.
Absurdo sería confundir la Reencarnación con
el Retorno. Sería caer en un desatino de la peor clase
afirmar que el Ego -legión de yoes tenebrosos, siniestros
e izquierdos- pueda reencarnarse.
P.-
Maestro, un país que fue afectado por la violencia
tanto tiempo ¿se debe a la Ley de Recurrencia?
R.-
Obviamente, la violencia de las multitudes en ese país
fue la repetición de violencias similares ocurridas
en un pasado caótico; piénsese en las guerras
civiles ocurridas en épocas anteriores a la sucedida
violencia, guerras de partidos políticos de derecha
e izquierda repitiéndose en el presente como resultado
del pasado. He ahí la Ley de Recurrencia.
P.-
Maestro, si una persona ha sido correcta, se ha comportado
como todo un ciudadano en el cumplimiento de sus deberes,
¿cómo operaría en él la Ley de
Recurrencia en el próximo retorno?
R.-
Amigos, amigos, no me digan ustedes que ese fulano haya sido
un dechado de virtudes, un pozo de santidad. Por magnífico
ciudadano que haya sido, tuvo sus muy humanos errores, sus
escenas, sus dramas, etc., y es claro que de todo estoy hay
repetición en su nueva existencia, mas las consecuencias.
Así es como opera la Ley de Recurrencia.
P.-
Venerable Maestro, hay cierta confusión en cuanto a
la relación entre la Ley del Karma y la Ley de Recurrencia,
porque tengo el concepto de que con la terminación
del Karma se terminaría la Ley de Recurrencia. ¿Quisiera
aclararme ese punto?
R.-
Amigos, en modo alguno puede existir confusión entre
las Leyes del Karma y Recurrencia, puesto que ambas son lo
mismo con diferentes nombres. Indudablemente, el Karma trabaja
sobre bases firmes, no es sino un efecto de la causa que nosotros
mismos sembramos; por lo tanto, tiene que repetirse el hecho
en sí mismo más los resultados buenos o malos.
P.-
Maestro, personas que aparentemente no han hecho mal a nadie
sufren de carencias económicas. ¿Tiene esto
que ver con la Ley de Recurrencia?
R.-
Distinguidos amigos, señores y señoras, el Padre
que está en secreto puede estar cerca de nosotros o
lejos. Cuando el hijo anda mal, el Padre se aleja y entonces
aquel cae en desgracia, sufre por falta de dinero, pasa terribles
necesidades, no se explica por sí mismo el motivo de
su miseria. Ostensiblemente, tales personas creen no haber
hecho mal a nadie; si estos recordaran sus existencias anteriores
podrían evidenciar por sí mismos el hecho concreto
de que anduvieron por pasos perdidos, posiblemente se entregaron
al alcohol, a la lujuria, al adulterio, etc.
El Padre que está en secreto, nuestro propio Espíritu
Divino, puede darnos o quitarnos. El sabe muy bien lo que
merecemos, y si no tenemos actualmente dinero es porque El
no quiere dárnoslo, nos castiga para nuestro bien.
"Bienaventurado el hombre a quien Dios castiga".
El Padre que quiere a su hijo le castiga siempre para su bien.
En el caso concreto de esta pregunta, la víctima de
los sufrimientos, repetirá las escenas del pasado más
las consecuencias: pobreza, dolor, etc., etc.
P.-
Maestro, ¿cuáles son los que están libres
de la Ley de Recurrencia?
R.-
Mirad la Ley de Recurrencia en sus aspectos superiores e inferiores
de la Gran Vida. Podemos aseverar solemnemente que sólo
quedan libres de la Ley de Recurrencia aquellos que logran
cristalizar en su naturaleza íntima las Tres Fuerzas
Primarias del Universo. El Sagrado Sol Absoluto quiere cristalizar
en cada uno de nosotros esas Tres Fuerzas Primarias, colaboremos
con El y sus santos designios y quedaremos para siempre libres
de la Ley de Recurrencia.
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