Bueno,
comenzaremos nuestra plática de esta noche. Ante todo,
mis estimables hermanos, se hace necesario saber vivir; esto
es algo que debemos entender.
Cuando
platicamos con alguien, éste nos cuenta los diversos
sucesos de su vida. Nos habla, dijéramos, de acontecimientos,
de lo que sucedió en determinadas épocas de
su historia, como si la vida fuera, únicamente, una
cadena de eventos. No se dan cuenta las gentes, de que además
de las circunstancias de la existencia, existen también
los estados de Conciencia. La capacidad para vivir se basa,
precisamente, en la forma como uno acierta a combinar los
estados conscientivos con las circunstancias de la existencia.
Puede darse el caso de que una circunstancia que podría
haber sido feliz, no lo fue, debido a que no supimos combinar
el estado conscientivo con el evento en sí mismo.
Cuando examinamos el mundo en que vivimos, podemos verificar
el hecho contundente, claro y definitivo, de que hay personas
que deberían ser felices y no lo son. Hemos conocido
muchos casos concretos de sujetos que tienen una buena casa,
un hermoso carro, una magnífica esposa, preciosos hijos
y dinero suficiente, y sin embargo no son felices. En cambio,
hemos podido corroborar el caso de individuos pobres, que
están menesterosos, posiblemente humildes trabajadores
de pico y pala, que ni gozan de una hermosa mansión,
ni tienen más dinero que el que se necesita para el
diario sustento, ni usan precioso automóvil último
modelo, y que sin embargo son felices en sus hogares; con
sus hijos pobres pero limpios, aseados, y sus esposas hacendosas
y sinceras. Así, pues, no es el dinero en sí
mismo el que puede darnos la felicidad. Todo depende de la
forma en que uno sepa combinar los estados conscientivos con
los sucesos o las circunstancias de la vida práctica.
Si
alguien colocado en magníficas condiciones no está
a la altura de las circunstancias, si no sabe combinar, inteligentemente,
los estados conscientivos con el medio en el que se desenvuelve
y vive, incuestionablemente será un desdichado; empero
otro, que aunque esté en circunstancias difíciles
si sabe combinar los hechos de su vida práctica con
los estados de Conciencia, logra bienestar, prosperidad, felicidad,
etc. Así pues, que se hace urgente comprender la necesidad
de aprender a vivir sabiamente.
Si
queremos un cambio definitivo de las circunstancias de la
vida, se hace necesario que tal cambio se verifique primero
dentro de nosotros mismos. Si internamente no modificamos
nada, externamente la vida continuará con sus dificultades.
Ante todo es necesario hacernos dueños de sí
mismos. Mientras uno no sepa gobernarse a sí mismo,
tampoco podrá gobernar las circunstancias difíciles
de la existencia.
Cuando
contemplamos los diversos acontecimientos de la vida, cuando
vemos este orden de cosas, podemos evidenciar que las gentes
son verdaderas máquinas que no saben vivir. Si alguien
les insulta, reaccionan furiosas; si alguien les saluda, sonríen
dichosas. Resulta muy fácil en verdad, para cualquier
perverso, jugar con las máquinas humanas; puede hacérseles
pasar de la tristeza a la alegría, y viceversa, con
sólo decirles unas cuantas palabras. ¡Qué
fácil les resulta!, ¿verdad? Basta con que alguien
nos insulte para estar reaccionando, basta que alguien nos
dé unas palmaditas en el hombro para sonreír
contentos. No sabemos gobernarnos a sí mismos, otros
nos gobiernan, y eso de hecho es lamentable, somos incapaces.
Es
necesario comprender lo que es la mente, y lo que es el sentimiento
y el sentimentalismo. Si estudiamos al Ser juiciosamente,
veremos que la mente no es el Ser. En la Teosofía se
habla mucho del Cuerpo Mental, las diversas escuelas de pensamiento
le citan. No queremos con esto decir que todos los "humanoides"
posean ya el vehículo mental. Habrá "Manas",
como se dice en sánscrito, o sea, substancia mental
depositada en cada uno de nos, pero eso no es poseer, realmente,
el vehículo de la mente. En todo caso la mente, -sea
que el ser humano posea ya tal vehículo, o que esté
comenzando a crearlo, o que aún todavía no lo
tenga-, no es más que un instrumento de manifestación,
pero no es el Ser.
El
sentimiento tampoco es el Ser. En un pasado me sentí
inclinado a creer que el sentimiento, en sí mismo,
correspondía de verdad al Ser. Más tarde, después
de severos análisis, me he visto en la necesidad de
rectificar tal concepto; obviamente, el sentimiento deviene
del Cuerpo Astral en los seres humanos. Podría objetárseme
diciendo que no todos poseen ese precioso vehículo
Kedsjano, y en eso sí estamos de acuerdo, más
sí existe la emoción, la sustancia correspondiente
en cada uno de nos; de hecho, sea que se tenga el Vehículo
Sideral o no, deviene, claro está, eso que se llama
"sentimiento". En su aspecto negativo, el sentimentalismo
nos convierte, pues, en entes demasiado negativos, más
en sí mismo, el sentimiento no es tampoco el Ser. Puede
pertenecer al centro emocional, pero no es el Ser.
La
mente tiene su centro, el centro intelectivo, pero no es el
Ser. El centro de la mente, el intelectivo, está en
el cerebro, eso es obvio, pero no es el Ser. El sentimiento,
que corresponde al centro emocional o cerebro emocional, está
en la región del Plexo Solar y abarca hasta los centros
nerviosos simpáticos y el corazón, pero no es
el Ser. El Ser es el Ser, y la razón de ser del Ser
es el mismo Ser.
¿Por
qué hemos de dejarnos llevar por los centros de la
máquina? ¿Por qué permitimos que el centro
intelectual o el emocional nos controlen? ¿Por qué
hemos de ser esclavos de esta maquinaria? Debemos aprender
a controlar todos los centros de la máquina, debemos
convertirnos en amos, en señores. Hay cinco centros
en la máquina, eso es obvio: el intelectual, que es
el primero. El emocional, que es el segundo. El motor, que
es el tercero. El instintivo, que es el cuarto, y el sexual,
que es el quinto; más los centros de la máquina
no constituyen el Ser. Pueden estar al servicio del Ser, pero
no son el Ser. Así pues, ni la mente ni el sentimiento
son el Ser.
¿Por
qué sufren los seres humanos, por qué permiten
al pensamiento y al sentimiento que intervengan en las diversas
circunstancias de la vida? Si nos insultan, reaccionamos de
inmediato insultando; si hieren nuestro amor propio sufrimos,
y hasta nos encolerizamos. Cuando contemplamos todo el panorama
de la vida, podemos evidenciar, claramente, de que hemos sido,
dijéramos, leños en el océano, debido
precisamente a que hemos permitido que en las diversas circunstancias
de nuestra existencia, se entrometan siempre la mente y el
sentimiento. No le hemos dado oportunidad a la Esencia, al
Ser, para que se exprese a través de nosotros. Siempre
hemos querido resolver las cosas por nuestra cuenta: reaccionamos
ante cualquier palabrita dura, ante cualquier problema, ante
cualquier dificultad. Nos sentimos heridos cuando alguien
nos hiere, o contentos cuando cualquiera nos alaba. Hemos
sido víctimas de todo el mundo, todo el mundo ha jugado
con nosotros; hemos sido, dijéramos, leños entre
las embravecidas olas del gran océano, no hemos sido
dueños de sí mismos.
¿Por
qué nos preocupamos? -Me pregunto y les pregunto a
ustedes-. "Por los problemas", me dirán.
La preocupación, mis caros hermanos, es un hábito
de muy mal gusto, de nada sirve, nada resuelve; uno tiene
que aprender a vivir de instante en instante, de momento en
momento. ¿Por qué ha de preocuparse uno? Así
pues, ante todo no permitir que la mente y los sentimientos
se entrometan en las diversas circunstancias de la vida. La
Personalidad humana debe volverse tranquila, pasiva; esto
implica, de hecho, una tremenda actividad de la Conciencia,
esto significa aprender a vivir conscientemente, esto significa
poner el basamento para el despertar.
Todos
quisieran ver, oír, tocar, palpar las grandes realidades
de los mundos superiores; mas naturalmente, ¿cómo
podrían los dormidos convertirse en experimentadores
de las grandes realidades? ¿Cómo podrían,
aquellos que tienen la Conciencia en sueños, ser investigadores
de la vida en las regiones supra-sensibles de la Naturaleza
y del Cosmos? Si nosotros despertáramos Conciencia,
podríamos comprobar el hecho concreto de que el mundo
no es tal como lo estamos viendo.
Muchas
veces he dicho, y os lo vuelvo a repetir, que todas aquéllas
maravillas que figuran en el libro de "Las Mil y Una
Noche", todos esos prodigiosos fenómenos mágicos
de la antigua "Arcadia", todos esos milagros de
la tierra primigenia, de aquéllos tiempos en que "los
ríos de agua pura de vida manaban leche y miel",
no han concluido, siguen sucediéndose de instante en
instante, de momento en momento, aquí y ahora. Podría
objetárseme, que si eso es así, ¿por
qué no los vemos? ¿ Por qué no presenciamos
lo insólito? ¿Por qué no se nos da la
posibilidad de experimentar esas maravillas? La respuesta
es la siguiente: nadie nos ha prohibido la capacidad de experimentar,
nadie nos impide ver y oír lo que acaece a nuestro
alrededor. Si tales fenómenos no son perceptibles en
este momento para nuestros sentidos exteriores, se debe a
un solo motivo, y por cierto muy grave: estamos en estado
de hipnosis, dormidos, y el sujeto en trance hipnótico,
se hace incapaz para la percepción de tales fenómenos.
Mucho
se ha dicho sobre el abominable Organo Kundartiguador, órgano
fatal que la humanidad tuvo en los antiguos tiempos. No se
ha perdido del todo; bien sabemos que aún existe un
residuo óseo, en la base inferior de la espina dorsal.
Nadie ignora que tal residuo pertenece al abominable Organo
Kundartiguador, y posee entre otras cosas, un poder hipnótico
formidable; esa corriente hipnótica general, colectiva,
es fascinante. Si vemos a alguien, por ejemplo, vestido con
extravagancia por las calles, no sentimos asombro; decimos,
sencillamente: "¡Qué sujeto tan excéntrico!"
Otro, que vaya con nosotros, dirá: "¡Así
es la moda!" El de más allá exclamará:
"¡He ahí un Hippie!", y un anciano
que pase por la "banqueta" de enfrente, se limitará
a pensar: "¡Cómo está la gente de
la nueva ola!". Pero unos y otros están en estado
de hipnosis, y eso es todo.
Sometan
ustedes a un sujeto cualquiera, X-X, a un sueño hipnótico
profundo. Díganle luego que está en medio del
océano, que se desvista porque se va a ahogar, y lo
verán ustedes desvestirse, díganle que es un
gran cantante, y lo verán ustedes cantando, aunque
en realidad de verdad sólo dé alaridos; díganle
que se acueste en el suelo, y se acostará, que se pare
de cabeza y se parará, porque está en estado
de hipnosis.
Hice
hace poco, un viajecito por allá, hasta el "Puerto
de Bayarta" (México), allí existe, como
en Acapulco, un barco para los visitantes. No tuve inconveniente
alguno para comprar el pasaje que hubo de llevarme hasta una
playa cercana. El trayecto fue ameno, delicioso; navegar en
el Pacífico resulta muy agradable. Había allí
cierto caballero de marras que la hizo de hipnotizador. Cuando
resonaron los instrumentos del conjunto, dijo a las gentes
que bailaran, y bailaron; que se tomaran de las manos, y todos
se tomaron de las manos; a los novios que se besaran -se besaron-,
lo único que le faltó a aquél hombre,
a aquél hipnotizador improvisado, fue decirles que
se pararan de cabeza, pero todo lo que él ordenaba
se hacía. Era de reírse uno, y de admirarse
al mismo tiempo, ver todas las maravillas que hacía
el hipnotizador: cómo jugaba con los pasajeros, cómo
los hacía reír, cómo los hacía
saltar, cómo los hacía dar vueltas, etc., etc.,
etc. Claro yo, un sujeto que estoy acostumbrado a estar en
estado de alerta-percepción, alerta-novedad, me limité
exclusivamente, a ver a esos tontos en estado de hipnosis.
Observen
ustedes la propaganda: "¡Compre usted tal remedio
infalible contra la tos...!" Cada anuncio da órdenes
al pueblo hipnotizado para que vaya a tal o cual lugar, para
que compre tal o cual jabón, tal o cual perfume; para
que visite tal o cual consultorio, etc., etc., etc., y las
gentes se mueven bajo las órdenes de los hipnotizadores,
los cuales a su vez, están también hipnotizados
por otras gentes y por otras multitudes; como las mismas muchedumbres,
todos andan en estado de hipnosis, de trance hipnótico.
Cuesta
trabajo saber que uno está en estado de hipnosis. Si
las gentes se lo propusieran, podrían despertar de
ese estado tan lamentable, pero desgraciadamente no se lo
propone nadie. Cuesta mucho pues -repito-, descubrir el estado
de hipnosis en que uno se halla. Uno viene a darse cuenta
de que existe el hipnotismo, cuando la fuerza hipnótica
fluye más rápido, cuando se concentra en determinado
lugar, cuando se hace una sesión de hipnotismo; fuera
de eso, fuera de tal momento, uno no se da cuenta de que está
en estado de hipnosis.
Si
uno pudiera despertar de ese sueño en que se halla,
verá entonces los fenómenos maravillosos que
desde el principio del mundo se han sucedido a su alrededor.
Yo conozco fenómenos tan sencillos, que cualquiera
puede verlos; son físicos, materiales, están
a la vista de todo el mundo, y sin embargo las gentes, viéndolos
no los ven. Podrían decirme, o preguntar ustedes, y
con justa razón -o podrían exigirme, para hablar
más claro-, "Si eso es así, ¿por
qué no nos menciona tan siquiera uno?" Motivos:
si yo les mencionara a ustedes cualquiera de esos fenómenos
-que son perceptibles a simple vista-, los verían de
inmediato, más morirían ustedes, porque resulta
que todos esos fenómenos, actualmente, que corresponden
a fuerzas y prodigios, están celosamente vigilados
por ciertos "Elementales" muy fuertes, que al sentirse
descubiertos, causarían la muerte de los curiosos,
y como no tengo ganas de crearme un panteón por mi
cuenta, me veo en la necesidad de callar. Así pues,
hermanos, se hace necesario despertar, si es que quieren percibir
las grandes realidades de la vida; mas sólo es posible
despertar sabiendo vivir.
¿Cómo
podría despertar alguien que es un juguete de los demás?
Si yo les insultara a ustedes en este instante, estoy seguro
de que ustedes no me tolerarían, protestarían
violentamente, y a lo mejor ustedes se retirarían violentamente.
¡Vean cuán fácil es hacerlos cambiar a
ustedes! Basta con que yo les diga una palabrita dura, y ya
se ponen sonrojados y furiosos. Ahora, si quiero halagarlos,
me basta con decirles palabritas dulces, y ya están
contentos; es decir, ustedes son víctimas de las circunstancias,
no son dueños de sí mismos, y eso es lamentable,
¿verdad?
De
manera hermanos, que el que quiera ser amo de sí mismo,
debe empezar por no permitir que la mente y los sentimientos
intervengan en los asuntos de la vida práctica. Claro,
esto requiere, como ya lo dije, una tremenda pasividad de
la Personalidad y una espantosa actividad de la Conciencia.
Precisamente eso es lo que necesitamos: la actividad de la
Conciencia. Cuando la Conciencia se vuelve activa, sale de
su letargo, y entonces es obvio que viene el despertar.
Ante
todo, debemos comenzar por no hacer lo que hacen los demás.
Cuando llego a los restaurantes, y voy con toda mi gente,
a la hora de la comida puedo evidenciar el hecho de que todos
pasan al baño a lavarse las manos. Seré pues,
bastante cochino y sucio, pero yo no paso a lavarme las manos.
Cuando se me interroga sobre el por qué, respondo:
"Sencillamente porque a mí no me gusta hacer lo
que los demás hacen", es decir, no me gusta ser
máquina. De manera que si los demás se paran
en la cabeza, ¿yo también tengo que pararme
en la cabeza? Si los demás andan en cuatro patas, ¿yo
tengo que andar en cuatro patas? ¿Por qué? ¡No,
hermanos! Necesitamos convertirnos en individuos, y eso solamente
es posible desegoistizándonos, y no permitiendo que
la mente y los sentimientos se entrometan en las diversas
circunstancias de la existencia. Cuando entonces comenzamos
con este trabajo, cuando aprendemos a volvernos tremendamente
pasivos, para darle oportunidad a las grandes actividades
de la Conciencia, vemos que todo cambia.
Quiero
citarles nada más que un hecho concreto: nos hallábamos
en una casa, no importa cual. Uno de los "niños-bien"
de aquélla casa, andando por ahí, por esas calles
del mundo, convertido nada menos que en un Don Juan Tenorio,
hizo de las suyas por allá, con una muchachita. Conclusión,
intervienen los familiares de ella; claro, se presentan en
esa casa los mismos, buscan al "nene de mamá",
al "niño-bien" (¿travieso? Sí,
y enamorado. ¿Parrandero y jugador? No lo sé;
solamente sé que es un verdadero Don Juan. El padre
de la dama viene, naturalmente, con intenciones de "balacear"
al caballerito. Nadie se atreve a salir; sólo yo, que
estoy ahí, hago acto de presencia; como se me ha dado
la oportunidad de servir de mediador, la aprovecho... El furioso
jefe de familia llama al jovencito aquél para la casa;
detengo al jovencito y hago entrar al jefe de familia ofendido.
Con gran dulzura y amor, invito al ofendido y al Don Juan
a sentarse un momento, y claro, ambos toman asiento. Junto
con el jefe viene una señora; comprendo que se trata
de la madre de la dama. Hay palabras terribles, no falta sino
sacar la pistola y dispararla; sin embargo, le digo al señor
con buenas maneras: "Todo es posible arreglarlo; mediante
la comprensión, todo se puede solucionar; con matar
no se resuelve el problema". Aquél hombre se sintió,
pues, sorprendido; no pensaba que en aquélla mansión
hubiera alguien tan sereno y tan tranquilo. Hay conversaciones,
intercambio amistoso entre el jefe y el Don Juan. Todo se
arregla y se marcha el ofendido, llevándose su pistola
sin disparar, con los cinco tiros. Todo se arregló;
¿por qué? Porque yo puse un estado de Conciencia
superior a aquél evento, al servir de mediador. Mas
si yo hubiera aconsejado a aquéllas gentes, a proceder
con violencia; si yo mismo, "dándomelas"
de buen amigo, hubiera respondido con duras palabras, las
circunstancias habrían sido diferentes y el Don Juan
hubiera ido a parar al panteón, y esas dos familias
se hubieran llenado de luto y de dolor.
De
manera que las circunstancias de la vida dependen de nuestros
estados de Conciencia. Cambiando uno sus estados de Conciencia,
cambian las circunstancias, eso es obvio. No podrían
cambiar las circunstancias de la vida, si no cambiamos antes
nuestros estados de Conciencia.
Los
invito pues a ustedes, a la reflexión más profunda.
Conforme nosotros vayamos permitiendo que se manifieste la
Conciencia, conforme vayamos controlando la mente y el sentimiento,
para que no metan sus narices donde no deben, el resultado
será maravilloso, porque a medida que la Conciencia
se activa, el proceso del despertar se acentúa, y no
solamente cambian todas las circunstancias que nos rodean,
sino que además empezamos a notar que durante las horas
en que el cuerpo físico duerme, nosotros trabajamos
-vivimos dijéramos-, fuera del cuerpo físico
en forma consciente. Y así, a medida que la Personalidad
se va volviendo pasiva, a medida que la mente y el sentimiento
van siendo refrenados para que no se metan donde no deben,
el despertar será cada vez más grande, y así
terminaremos convertidos en grandes investigadores de la vida
en los mundos superiores. Quien quiera despertar, debe hacerlo
aquí y ahora. Quien despierta aquí y ahora,
despierta en todos los rincones del Universo.
Bien,
mis caros hermanos, hasta aquí con esta plática.
Pueden preguntar con entera libertad.
P.-
Maestro, usted, acaba de decir que no todos tienen el cuerpo
Astral, mi pregunta consiste en saber: ¿por qué
una persona que duerme en su lecho sueña que está
en otra parte, allí que hubo, una salida del Cuerpo
Astral, de la Conciencia o del pensamiento?
R.-
Ciertamente el Cuerpo Astral es un lujo que no todos los seres
humanos se pueden dar, nadie nace con Cuerpo Astral, excepto
aquellos que en vidas anteriores lo crearon. Cuando uno se
ha dado el lujo de crear ese cuerpo, puede vivir en contacto
con los mundos superiores en forma natural, como vivimos en
cuerpo físico. Mas como todos no hemos creado todavía
ese maravilloso instrumento de la existencia, es claro, cuando
actúe fuera del cuerpo físico, sea porque se
haya escapado a través de la muerte, o durante las
horas del sueño actúa el Ego. Quiere decir que
la Esencia es un material anímico, dijéramos
el factor directivo de todos los procesos psicológicos
que llevamos en nuestro interior, -está embotellada
entre el Ego, entre el "yo", el "mí
mismo", el "sí mismo" -, y cuando llega
la hora del sueño normal, común y corriente,
el Ego, el "yo psicológico" -dentro del cual
está enfrascada la Esencia- abandona el cuerpo físico.
Pues si el Vehículo Vital no repara el cuerpo de nosotros,
éste muere, y para que el Vehículo Vital pueda
reparar el cuerpo físico, se hace necesario que el
Ego, entre el cual esta embotellada la Esencia, abandone el
cuerpo físico. Entonces el Ego viaja por los distintos
lugares del mundo, y claro, como quiera que lleva la Conciencia
dormida, sueña, y los sueños son transmitidos
a través del Cordón Plateado, entonces llegan
al cerebro físico.
P.-
¿Podemos nosotros identificar al Cuerpo de Deseo, asiento
de las emociones del Ego?
R.-
Ciertamente el Cuerpo de Deseo no es un cuerpo en sí,
no. Es una serie de formas o agregados que se penetran y compenetran
mútuamente en forma inconfundible. A ese "yo",
a ese Ego, que alguno llame Cuerpo del Deseo, allá
él, tampoco se le puede llamar cuerpo; mas si así
quiere llamársele que se le llame, sin embargo no sería
correcto. El Ego no tiene individualidad alguna, no es ningún
organismo, es tan sólo una suma de agregados. Si esa
clase de prueba convencional, de que fulano de tal salió
en Astral, ¿qué sabemos nosotros si ese fulano
tiene formado el Cuerpo Astral? ¿Qué sabemos
nosotros? Salir el Ego, dentro del cual está la Esencia,
la Conciencia, no es viajar en Cuerpo Astral, lo que pasa
es que el Ego hace las veces de Cuerpo Astral. El Ego es el
Ego y eso es todo.
P.-
¿Es posible que alguien esté despierto aunque
esté embotellado por el Ego?
R.-
Sí, si la Conciencia logró despertar, obviamente
es porque el Ego ha perdido volumen, y cuando el despertar
es radical, total, absoluto, el Ego ya no existe. De manera
que el Ego va siendo reducido a cenizas, la Conciencia va
despertando. El despertar nunca es inmediato, se va teniendo
en forma graduativa. Generalmente cualquiera puede tener un
1% de Conciencia despierta, o no tiene nada, o puede tener
2 ó 3 %. Si la humanidad tuviera un 10% de Conciencia
despierta, ya no habrían guerras. Tener un 100 % es
sumamente difícil, solo los grandes maestros podrían
tener ese 100 % -es muy difícil-, solo lo tienen Maestros
como Jesús de Nazaret, Pablo de Tarso etc. Pero los
Maestros que no han alcanzado a estas alturas todavía,
que no han podido ingresar aun al círculo selecto de
la Humanidad Divina, que no han alcanzado la Resurrección,
todavía no gozan de ese 100 por ciento. Así
pues, debemos reflexionar profundamente. Hay diferentes porcentajes
de Conciencia, debemos mejorarlos, tener el 5 o el 10 por
ciento en todo caso; cuando el Ego se vaya disolviendo, el
porcentaje de Conciencia se irá aumentando, y a medida
que el porcentaje de Conciencia va aumentando, la capacidad
para investigar en los Mundos Superiores se va haciendo cada
vez mayor.
Así
pueden lograr mediante la meditación interna profunda,
desechar el material psíquico para que desembotelle
la Conciencia momentáneamente, para experimentar eso
que es del Ser, eso que no es del tiempo. He dicho que cuando
la Esencia actúa en ausencia del "yo", del
"mí mismo", del "sí mismo",
aunque sea momentáneamente, entonces actúa algo
así como en forma armónica. Por eso es que la
meditación es un arma formidable, permite a la Esencia
el desembotellamiento; si alguien ha experimentado en sí
mismo esto, es diferente a las demás gentes. Quien
haya sentido alguna vez ese elemento que transforma, incuestionablemente
que ese individuo en su provecho ha pasado por una experiencia
grandiosa que lo refuerza en sus profundidades más
íntimas, que le da ánimo para la disolución
del "yo" y le fortifica en la lucha contra sí
mismo, el "sí mismo". Para lograr esto mis
caros hermanos, hay que trabajar intensamente sabiendo vivir
en la vida práctica, no permitiendo que la mente y
los sentimientos intervengan en las diversas circunstancias
de la vida, dándole oportunidad siempre a la Conciencia
para que sea ella la que actúe y no nosotros. Cuando
procedemos así, de hecho nos colocaremos en el camino
que nos ha de conducir al despertar. Necesitamos ser diferentes
a las multitudes que nos rodean, no hacer lo que hacen los
demás, necesitamos convertirnos en verdaderos individuos.
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