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EL EGO en el MITO DE OSIRIS

 

 

Entre los antiguos egipcios el ego era representado bajo la figura de Seth y sus confederados. Este era el dios de la enfermedad, la tormenta y la confusión. Asesino del grande y buen dios Osiris, es finalmente vengado por el hijo de éste.
La leyenda de Osiris, así como las ceremonias que derivaron de ella, revisten una gran importancia. No sólo fueron el alma de la religión egipcia durante miles de años, sino que constituyen la fuente de inspiración para variedad de versiones y dramas similares que aparecieron por todo el mundo mediterráneo más adelante.
Paradójicamente, no existe un texto egipcio que contenga la relación completa e la leyenda de Osiris. Existen fragmentos grabados en estelas o anotaciones en papiros incompletos, pero es a los griegos, sobre todo a Plutarco, a quienes debemos el conocimiento de una versión completa de la “historia” de Osiris.
Algunos estudiosos opinan que este silencio de los textos egipcios en torno a una figura tan importante en su mundo, se debe a que su culto estaba asociado a una doctrina esotérica transmitida en secreto y vedada por tanto de ser transcrita en los textos oficiales.
Osiris “dios venerable, grande y bienhechor, príncipe de la eternidad” como lo llama un himno, fue generado en la misma forma que las otras deidades, pero está especialmente cerca de los hombres, es su maestro: su mito, sus misterios, su culto, guían la religión de todo Egipto durante miles de años.
Es sagrado, es santo, no se puede aludir directamente a su persona. Heródoto mismo rehusará hablar explícitamente de Aquél.
La leyenda que presentamos a continuación es una versión simplificada para beneficio del lector no técnico, y está basada sobre todo en los autores griegos, aunque también considera las fuentes egipcias, incluso la inscripción del templo de Edfú. Después de haberla revisado, pasaremos al análisis de la misma de acuerdo al sistema propuesto.

LEYENDA DE OSIRIS

Nuit, la diosa del cielo y Sibú, el dios de la tierra, tuvieron cinco hijos: Osiris, Harneris, Seth, Isis y Neftis.
El primero de sus hijos fue Osiris. Tenía un hermoso rostro de piel mate y oscura; era muy alto. Ra, el dios del Sol, su bisabuelo, mando lo llevasen a su corte y lo hizo educar tal y como conviene a un heredero del trono. Osiris creció aún más y más tarde se casó con Isis, su hermana y cuando llegó a ser rey, ella le ayudó activamente en todas sus empresas.
En aquellos tiempos los egipcios eran todavía semi salvajes.
Osiris les enseño a conocer las plantas que podían servirles como alimento, así como la forma de labrar los campos.
Isis, a su vez, los curó y atendió en sus necesidades. Les enseñó a vivir en familia e inventó el arte de tejer.
Osiris les enseñó así mismo el respeto debido a los dioses y el culto que debía rendírseles. Mandó a construir bellísimos templos y finalmente edificó grandes ciudades. Y aún hizo algo más por los hombres. Acompañado por Toth, el Seños de la Voz, les entregó eso tan maravilloso que es la escritura.
Osiris quiso ser también un gran conquistador, pero se adueño de los pueblos con dulzura y persuasión. Partió a través de toda el Asia y de toda a Tierra.
Desde entonces lo llamaron el Ser Bueno, Unnefem: el que se consagra ala salvación de los hombres. Pero estaba destinado a perecer a causa de la ingratitud y el espíritu del mal.
A su lado vivía su hermano: el impío, el violento Seth. Era el tercer hijo de Nuit y tenía la tez blanca y los cabellos rojos, tal como tienen la pelambre algunos asnos (por eso los asnos le han sido consagrados). Era muy violento de carácter, receloso, malvado.
Al regreso de Osiris, tuvieron lugar en Menfis grandes regocijos para festejar al viajero. Seth aprovechó esta ocasión para apoderarse del trono. Cual si fuera un buen hermano, invitó a Osiris a un gran banquete que ofreció en su honor, al que asistieron los oficiales adictos y cómplices de Seth. Mediante un ardid, logró que Osiris se introdujera en un cofre de madera especialmente preparado. En ese momento los traidores sellaron el cofre y lo arrojaron al Nilo.
Isis presa de gran aflicción buscó durante mucho tiempo, sin descansar jamás, el cofre de su amado. Por fin lo encontró en Biblos, Siria.
Entonces Isis se refugió en Buto, la ciudad que la vio nacer. Allí trajo al mundo a Horus y allí lo amamantó y allí creció.
Sin embargo Seth, cazando a la luz de la luna descubrió el cofre en el lugar apartado donde Isis lo había colocado. Al instante descuartizó el cuerpo de su hermano en trozos que dispersó al azar.
La desgraciada Isis, al enterarse de la nueva fechoría, volvió a emprender su doloroso peregrinaje en busca de los restos del cuerpo de Osiris. Poco a poco consiguió recuperarlos.
Cuando al fin recuperó aquellos pobres deshechos, la diosa Isis llamó a Neftis, su hermana, a Horus, su hijo querido, a Toth, el Ibis, y a Anubis, el chacal. Arregló los restos de Osiris, los embalsamó y los transformó en una momia imperecedera. Mediante ritos y fórmulas mágicas consiguieron la resurrección de Osiris.
Después de haber resucitado, Osiris habitó en los islotes arenosos del Nilo, sin envejecer jamás. Más tarde se marcho, cruzó los mares, hasta que al fin se elevo a los cielos, allí en la Vía Láctea. El Sol y la Luna lo iluminan con sus rayos.
Osiris no murió del todo en la Tierra. El hijo de Osiris nació después de la muerte de su padre, Isis lo trajo al mundo en los pantanos del lago Burlos.
Allí lo crió en soledad, sin que nadie supiera donde estaba, para protegerlo de las asechanzas y los ataques de Seth, el malvado. Algunas veces el niño, transformado en halcón, se alimentaba sirviéndose del pico. Horus continuó creciendo, aprendió a leer en los libros y estudiaba los papiros.
Horus se consagró por completo a la tarea de vengar a su padre. Reunió a su alrededor a los egipcios que habían permanecido fieles a Osiris y sin pérdida de tiempo se lanzaron contra los conjurados de Seth.
Estos, sorprendidos por el ataque, se metamorfosearon en gacelas, cocodrilos, serpientes, en fin, todos los animales impuros adictos a Seth.
La guerra no terminaba nunca; el combate continuaba sin que nadie resultara vencedor. Entonces los dioses hicieron comparecer a los dos rivales ante el tribunal y ambos aceptaron como árbitro a Toth, quien falló a favor de Horus.
Sin embargo, esto no puso fin a la lucha. Horus y sus seguidores continuaron combatiendo contra Seth y sus cómplices, los horribles monstruos. Una de las batallas está relatada a lo largo de los muros del templo de Edfú.
Seth escapaba siempre, pero por fin sus compañeros lo abandonaron y huyeron. Horus salió en su persecución y acabó con todos ellos. Desde entonces Horus fue el dueño legítimo de la tierra de Egipto.
A pesar de todo, Seth no ha muerto, a cada hora del día, se reemprende el combate entre los seguidores de Horus, dios de la luz y los servidores de Seth, dios de las tinieblas. Y cada vez que el Sol triunfa sobre las tinieblas y sobre las nubes tormentosas, los hombres celebran la victoria del valiente Horus sobre el odioso Seth, el de las astucias inagotables.

TRANSPOSICIÓN PSICOLÓGICA DE LA LEYENDA DE OSIRIS

Algunos autores han querido ver en este relato simplemente la lucha entre dos clanes, el de Osiris y el de Seth, ubicados al norte y al sur de Egipto respectivamente.
Otros sostienen que “se ha demostrado que existe un Egipto mitológico con sus ciudades y santuarios, una nación celeste que no tiene ningún vínculo con el Egipto geográfico terrestre. Se encuentran estas geografías “místicas” en todas las tradiciones esotéricas y Egipto no es la excepción. La “Jerusalem Celestial” de San Juan es un ejemplo.
Independientemente de que haya tenido o no una filiación histórica, analizaremos desde el punto de vista psicológico la historia en cuestión. Para el efecto procederemos primeramente a reducirla a sus componentes fundamentales y luego a subrayar los aspectos más importantes del desarrollo de la acción.

ELEMENTOS DE REPRESENTACIÓN PSÍQUICA

Los elementos de representación psíquica para la explicación de esta leyenda son los siguientes:

OSIRIS
“Dios venerable, grande y bienhechor”. Civilizador y Maestro, heredero del Sol, fuente de sabidurías, generosidad y poder. Es el verdadero Ser en el hombre.

SETH
Junto a sus “demonios rojos” es el ego pluralizado. El traidor que usurpa el trono de Egipto, nuestra propia tierra psíquica, que por derecho le corresponde a Osiris.

HORUS
La esencia o conciencia libre, no prisionera del “Yo”, fortalecida por las potencias superiores. Pequeña y desvalida al principio, debe crecer y robustecerse para enfrentarse al enemigo. Su carácter espiritual, así como su potencialidad para “ascender a los Cielos”, es inherente a su condición de Halcón. Horus es el dios con cabeza de Halcón, el ave del Sol. El ave simboliza al espíritu. El espíritu santo cristiano bajo la figura de una paloma, el águila azteca, el cóndor inca o el pájaro de fuego indostán nos conducen al cielo infinito.

ISIS
La Madre Divina, siempre virgen. “Dios como madre es amor”: del auténtico amor nace y se nutre nuestra conciencia; sus fuerzas consiguen reintegrar los valores perdidos y dan el vigor e impulso para la lucha que se corona con la resurrección del Ser en el hombre.

ANUBIS
La justicia divina, la ley en nosotros: el verdadero sentimiento de lo correcto y lo incorrecto.

THOTH
El señor del Verbo y del buen juicio.

ACCIÓN

Para facilitar la comprensión y el desarrollo de la acción en el mito, la hemos dividido en tres puntos, a saber:

1) Seth, el impío, con el auxilio de sus cómplices, asesina al noble Osiris, rey de Egipto y usurpa el trono del país. El ego y los yoes “viva personificación de los defectos que nos caracterizan”, fraccionan la conciencia y obstruyen la expresión del Ser, adueñándose de casi todos nuestros procesos psicológicos.

2) Horus, el poderoso hijo de Osiris, reúne a aquellos que permanecen fieles a su padre, se enfrenta a los ejércitos de Seth y logra vengar a su padre, acabando finalmente con el traidor. La esencia, asistida por las fuerzas superiores, debe luchar sin desmayar contra “los elementos indeseables que en nuestro interior cargamos” y erradicarlos de nuestra psiquis.

3) Osiris, nuestra verdadera naturaleza, el Ser, resucita glorioso de entre los muertos. Después de la muerte de los yoes que tienen encadenada nuestra conciencia, ésta, libre y resplandeciente, poderosa, puede retornar a su perdido origen cósmico.

Este es el esquema general que las fuentes egipcias nos revelan en sus escenificaciones sagradas, núcleo de su religión. Un antiguo y precioso registro de este culto data aproximadamente del año 1869 a.C. y procede de la ciudad de Abydos.
“El dios al salir del templo caía bajo los golpes de Seth; se simulaban alrededor de su cuerpo los lamentos fúnebres, se le enterraba según los ritos; después Seth era vencido por Horus, y Osiris, a quien era dad la vida, volvía a entrar en su templo tras haber triunfado de la muerte”
La terrible muerte de Osiris a manos del traidor Seth era ampliamente conocida, y el pueblo compartía el dolor de Isis, la que en paciente y doloroso peregrinaje buscaba los restos de su amado esposo. Muchos himnos que aún se conservan se componen de los lamentos de la desdichada Isis y aquellos lugares que la tradición decía, había recorrido en su tortuosa búsqueda, lo mismo que los sitios donde se creían recogió los pedazos de Osiris, fueron convertidos en santuarios o lugares sagrados.
Mientras tanto el infame Seth y sus ejércitos usurpaban impunemente el poder en Egipto, así como los procesos psíquicos negativos reinan en nuestra vida, dominan nuestro espacio psicológico.
Entonces aparece Horus, la esperanza, el Ave del Sol, la conciencia solar. Reúne a sus seguidores y asistido por los dioses inicia la larga y terrible lucha contra las huestes del violento Seth. Guerra interior que parece interminable pero que termina cuando por fin Seth es vencida y sus ejércitos dispersados y exterminados.
Una vez plasmado el mito en el ritual, la enseñanza que los devotos egipcios recibían era radical: Seth, el ego, debía ser decapitado y sobre su cadáver resucitaría, poderoso, Osiris, el Ser.
Así nos lo muestra el famosos texto litúrgico conocido como “El Papiro Dramático de Rameseum” (1800 a.C.). Este invaluable documento es una especie de guión o libreto para una representación teatral de índole religiosa, basada en el mito de Osiris y Seth.
La decapitación de Seth y sus aliados era presentada en la liturgia quitándole la cabeza a un macho cabrío y a un ganso, animales impuros. Seguidamente estas eran ofrendadas a Osiris.
Osiris, como es conocido, es personificado por el pilar sagrado llamado Djed. El pilar Djed es Osiris mismo. Cuando la columna está tendida en el suelo, es el dios quien está muerto; cuando es ritualmente lazada, la deidad regresa a la vida, resucita. Este gesto ritual nos recuerda aquella frase de los evangelios cristianos que dice: “...y así como Moisés levantó la vara en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado”. Así como aquel otro que ofrece convertir en “columna” del templo a aquel que sea fiel a Dios.
Así pues, Osiris, El Ser, surge de nuevo a la vida. Retorna a la manifestación aplastando el cadáver de Seth decapitado. Primero hay que morir para nacer y hay que nacer para ascender. La virtud y la conciencia deben brotar de los cuellos cercenados de Seth y sus demonios, así como la flor de loto surge inmaculada de entre el fango y la podredumbre.
No es sino entonces cuando el hombre es capaz de recitar el Papiro Nu o confesión negativa. Como podremos ver, sólo el Ser resurrecto, la conciencia imperecedera que ha erradicado de sí cualquier defecto del ego, podrá recitar:

"¡Salve, Dios grande, Señor de la Verdad y de la justicia. Amo poderoso!: Heme aquí, llegado ante ti".
"¡Déjame pues contemplar tu radiante hermosura! Conozco tu Nombre mágico y los de las cuarenta y dos divinidades que te rodean en la vasta sala de la Verdad-justicia, el día que se hace la cuenta de los pecados ante Osiris; la sangre de los pecadores les sirve de alimento".
"Tu nombre es: "EL SENOR DEL ORDEN DEL UNIVERSO" cuyos dos ojos son las dos Diosas hermanas".
"He aquí que yo traigo en mi corazón la VERDAD y la JUSTICIA pues he arrancado de él todo el Mal".
"No he causado sufrimiento a los hombres. No he empleado la violencia con mis parientes".
"No he sustituido la Injusticia a la justicia. No he frecuentado a los malos. No he cometido crímenes".
"No he hecho trabajar en mi provecho con exceso. No he intrigado por ambición. No he maltratado a mis servidores. No he blasfemado de los Dioses".
"No he privado al indigente de su subsistencia".
"No he cometido actos exagerados por los Dioses. No he permitido que un servidor fuese maltratado por su amo".
"No he hecho sufrir a otro. No he provocado el hambre. No he hecho llorar a los hombres mis semejantes".
"No he matado ni ordenado matar. No he provocado enfermedades entre los hombres".
"No he sustraído las ofrendas de los templos. No he robado los panes de los Dioses".
"No me he apoderado de las ofrendas destinadas a los espíritus santificados. No he cometido acciones vergonzosas en el recinto Sacro-Santo de los templos".
"No he disminuido la porción de las ofrendas. No he tratado de aumentar mis dominios empleando medios ilícitos, ni de usurpar los campos de otro".
"No he manipulado los pesos de la balanza ni su astil. No he quitado la leche de la boca del niño. No me he apoderado del ganado en los prados".
"No he cogido con lazo las aves destinadas a los Dioses. No he pescado peces con cadáveres de peces".
"No he obstruido las aguas cuando debían correr".
"No he deshecho las presas puestas al paso de las aguas corrientes. No he apagado la llama de un fuego que debía arder".
"No he violado las reglas de las ofrendas de carne. No me he apoderado del ganado perteneciente a los templos de los Dioses".
"No he impedido a un Dios el manifestarse. ¡Soy puro! ¡Soy puro! ¡Soy puro!".
"He sido purificado como lo ha sido el gran Fénix de Herakleópolis".
"Pues yo soy el Señor de la respiración que da vida a todos los Iniciados el día solemne en que el Ojo de Horus, en presencia del Señor Divino de esta tierra culmina en Heliópolis".
"Puesto que he visto culminar en Heliópolis el Ojo de Horus, pueda no sucederme ningún mal en esta región, ¡oh Dioses! ni en vuestra sala de la Verdad-justicia. Pues yo conozco el nombre de esos Dioses que rodean a MAAT, la gran Divinidad de la Verdad-Justicia".


Tomado del libro “Una visión antropológica del ego” de Estuardo Guzmán

 

 

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