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GURDJIEFF

 

 


NACE UN MITO

Giorgios Giorgiades, nombre con el que fue bautizado Gurdjieff, nació, según algunos estudiosos, en el barrio griego de Alexandropol, Armenia, aproximadamente en 1866. Otros consignan 1872, 1873 o el 28 de septiembre de 1877.

Asimismo y debido a que los rusos conquistaron su ciudad natal durante la guerra ruso-turca, hoy es casi imposible de determinar su nacionalidad.

Su madre era armenia y su padre, Ioannas Giorgiades, de origen griego. Dueño de numeroso ganado, Ioannas pastoreaba por obligación y cantaba por elección. Había heredado, como ashokh (bardo y poeta), un amplio repertorio de mitos y leyendas folclóricas que contaba a su familia en las crudas noches de invierno. En el Gurdjieff niño, quedo la huella indeleble de los cuentos del Mulla Nasrudin, sabio folclórico turco que trastocaba la realidad con historias hilarantes y pedagógicas.

La vida en Transcaucasia era dura y difícil, y por eso Gurdjieff fue criado espartadamente por su padre. El pequeño debía salir al patio, en invierno, de madrugada, para lavarse el aire libre y correr desnudo hasta que el sueño se disipara por completo.

Gurdjieff tenía 7 años cuando una plaga azoto la región y extermino todo el ganado, enfrentando a la familia a una nueva vida llena de necesidades. Con una calma ancestral, el padre se adapto a las nuevas circunstancias e instalo una bodega de madera. La situación se complico aun más cuando los ejércitos rusos pasaron por la ciudad a raíz de la guerra con el sultán Abdul. En medio de este panorama, Gurdjieff crecía con la convicción de ser único y diferente, quizás por la influencia de su abuela que en el lecho de muerte lo incito a ser renovador: “... tu el mayor de mis nietos, escucha y acuérdate de mi ultima voluntad: en la vida, jamás hagas nada como los demás. O bien no hagas nada en absoluto –ve solamente a la escuela- o bien haz algo que nadie hace...” recuerda Gurdjieff en Relatos de Belcebú.

Pensando en mejorar la vida de sus numerosos hijos, Ioannas los traslado a la población montañosa de Kars, donde formo un pequeño taller de carpintería. La ciudad estaba habitada por una amplia gama de nacionalidades: aisores, tártaros, karapakas, yezidas. Maravillado, Gurdjieff aprendía de todas estas razas y costumbres.


EL DESPERTAR

Curioso y de notable inteligencia, el niño dominaba ya varios idiomas: turco, armenio, ruso y griego. Fue enviado a la escuela municipal rusa y quizás no habría pasado de allí si no fuera porque llamo la atención del padre Borsh, un alto dignatario de la Iglesia ortodoxa rusa quien, a pesar de su rango, vivía con modestia y ayudaba a los pobres. Hombre inquieto tocaba el violín y era un apasionado de la astronomía, la química y la cultura asiría.

En 1879, la familia decidió que Giorgiades seria sacerdote o medico, y el padre Borsh se hizo cargo – junto con los diáconos militares – de su entrenamiento: matemáticas, química, astronomía, historia, geografía, teología, anatomía y fisiología. La sed por aprender de Gurdjieff era inmensa. Leía todo lo que caía en sus manos, cuestionaba, preguntaba y ponía en jaque a sus maestros. El padre Borsh dedicaba mucho tiempo a conversar sobre las “leyes de la vida” con este joven en el que reconocía aptitudes intelectuales excepcionales.

En esa época Gurdjieff sobrevivía como la mayoría de los niños y jóvenes de Kars: con pequeños hurtos. Y aprendía de su tío, Giorgi Mercourov, a reparar maquinas y bordar almohadones. Al mismo tiempo, tomaba contacto con lo “mágico”, a traves de experiencias paranormales que exacerbaron su interés por comprender lo que estaba más allá de lo cotidiano.

LA BUSQUEDA

A los 17 años, viaja a Tiflis para emplearse en el ferrocarril. Allí conoce a sus primeros compañeros en la búsqueda de conocimientos ocultistas: el seminarista Sarkis Pogossian y un vendedor de libros llamado Abram Yelov. Los tres se mezclan con una ciudad poco escrupulosa en materia de moral y se ganan la vida con ciertos contratos poco claros.

Gurdjieff sentía un impulso irresistible por comprender claramente la precisa significación, en general, del proceso de la vida en la Tierra de las diferentes formas de criaturas, y en particular de la finalidad de la vida humana a la luz de estas interpretaciones.

Las interrogantes eran demasiado profundas para ser respondidas por los sistemas filosóficos y religiosos conocidos. El joven empezó a sentir el susurro de antiguas voces que quizás tendrían las respuestas. Se preguntaba si la verdad no estaría escondida en los templos ocultos de los iniciados, ¿existían aun los esenios, los pitagóricos, la mítica hermandad de Sarmung?

En 1886, los amigos encuentran la primera clave cuando escarbaban en las ruinas de Ani. Entre unos pergaminos, descubren una referencia de la “Hermandad Sarmung”, que sugería que había sido una escuela de los aisores, situada “entre Urnia y Kurdistan”.

Gurdjieff decide viajar a esa amplia zona. Su meta es encontrar el monasterio y ser aceptado en él. Este proyecto incierto es el comienzo de una búsqueda por Transcaucasia y Asia Central protagonizada por un verdadero guerrero espiritual que después de veinte años volverá al mundo para no descansar, sino para transmitir con increíble energía todo lo aprendido en esos épicos viajes.

SENDEROS MITICOS

Alrededor de 1895 se constituye alrededor de Gurdjieff el grupo de los “Buscadores de la Verdad”.

Eran unos quince hombres jóvenes y una mujer: Vitvitskaia; entre ellos había expertos en arqueología, ingeniería, música, geografia....

Esta es una de las épocas más confusas de su biografía, Gurdjieff viaja incansablemente con sus amigos, regresando cada cierto tiempo a Tiflis para reponerse de exóticas enfermedades contraídas en tierras del Kurdistan, Ashkhabadian o el Tibet. En medio de guerras, revoluciones y luchas civiles, Gurdjieff contacta con los mas santos entre los santos de casi todas las organizaciones herméticas, de casi todas las sociedades, congregaciones, partidos, uniones, etc, religiosas, filosóficas, ocultas, políticas y místicas que eran inaccesibles para los hombres ordinarios.

En ese periodo, su autorretrato lo muestra ganándose la vida como un astuto empresario de alfombras orientales, antigüedades y cloisonne chino; negociante de petróleo y arenques en vinagre; reparador de maquinas de escribir y coser; dueño de restoranes que abría y cerraba con la mayor facilidad. Y con la habilidad de artista, pintaba gorriones y curaba por hipnosis a drogadictos y alcohólicos. Según rumores no confirmados, también fue agente político.

Gurdjieff solía decir a sus discípulos que hay que ser maestro de este mundo antes de poder dominar el otro mundo, un ejemplo de ello es el modo en que siempre se procuro las necesidades mundanas para sustentar su trabajo espiritual.

Creta, Tibet, India, Jerusalén, Egipto .... Es difícil seguir su huella. En este último país encontró a su mejor amigo, el príncipe ruso Yuri Liuboviedsky, con quien compartió un maravilloso descubrimiento: un mapa de “Egipto antes de las arenas”.

El “Tigre de Turkestan”, como lo llamaban algunos, recoge en un sitio un símbolo, en otro técnicas y en otro danzas. Los senderos secretos lo llevaron, entre 1898 y 1899, a algún lugar del norte de Afganistán. Con los ojos vendados, por fin fue guiado por cuatro jinetes hasta el monasterio Sarmung, donde Gurdjieff comprendió en profundidad el significado de las Danzas Sagradas, el Eneagrama y la armonía de los números, corpus iniciativo de su enseñanza futura. Este encuentro con la milenaria sabiduría oculta en las montañas es tomado por muchos como una alegoría, ya que es imposible comprobar su verdad histórica. Gurdjieff jamás dio la ubicación exacta del monasterio.

En su recorrido por los centros iniciativos, no podía faltar el Tibet, donde estudio (alrededor del 1900) danzas rituales, medicina y técnicas psíquicas. De allí, a causa de una refriega entre tribus montañesas, vuelve gravemente herido de bala. Sufre entonces, una profunda experiencia mística que lo lleva a asumir el sentido de responsabilidad, “lo que a El le es posible e imposible en el dominio del gran mundo, debe serme posible e imposible en el dominio de mi pequeño mundo” – dijo. A partir de ese día intensifica su búsqueda del autodominio.

Todo el horror de la situación de las comarcas donde estuvo lo hace percibir al hombre en su estado de sueño profundo, sufriendo por sus pasiones y sin ningún objetivo. Y comienza a experimentar el “impulso eseral ” o amor a sus semejantes. En adelante, la compasión ira de la mano de la sabiduría y buscara el ideal del “buen egoísta”. Después de un breve retorno a Alexandropol, parte hacia el Asia Central y recibe, por tercera vez, el impacto de una bala perdida, en esta ocasión como resultado de una pelea entre cosacos y gourianos.

Aunque se había prometido a si mismo no usar sus poderes psíquicos, se establece en Tashkent, capital de Turkestan, para transformarse en “Instructor Profesor” de ciencias supranaturales. Quizás lo hizo porque necesitaba tener tranquilidad económica para sintetizar el conocimiento acumulado y enseñarlo. Y, también, porque los rusos europeizados eran un rico campo para el estudio de la psicología humana.

 

 

 

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