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LA NECESIDAD DE APRENDER A VIVIR

 

 


Bueno, comenzaremos nuestra plática de esta noche. Ante todo, mis estimables hermanos, se hace necesario saber vivir; esto es algo que debemos entender.

Cuando platicamos con alguien, éste nos cuenta los diversos sucesos de su vida. Nos habla, dijéramos, de acontecimientos, de lo que sucedió en determinadas épocas de su historia, como si la vida fuera, únicamente, una cadena de eventos. No se dan cuenta las gentes, de que además de las circunstancias de la existencia, existen también los estados de Conciencia. La capacidad para vivir se basa, precisamente, en la forma como uno acierta a combinar los estados conscientivos con las circunstancias de la existencia. Puede darse el caso de que una circunstancia que podría haber sido feliz, no lo fue, debido a que no supimos combinar el estado conscientivo con el evento en sí mismo.

Cuando examinamos el mundo en que vivimos, podemos verificar el hecho contundente, claro y definitivo, de que hay personas que deberían ser felices y no lo son. Hemos conocido muchos casos concretos de sujetos que tienen una buena casa, un hermoso carro, una magnífica esposa, preciosos hijos y dinero suficiente, y sin embargo no son felices. En cambio, hemos podido corroborar el caso de individuos pobres, que están menesterosos, posiblemente humildes trabajadores de pico y pala, que ni gozan de una hermosa mansión, ni tienen más dinero que el que se necesita para el diario sustento, ni usan precioso automóvil último modelo, y que sin embargo son felices en sus hogares; con sus hijos pobres pero limpios, aseados, y sus esposas hacendosas y sinceras. Así, pues, no es el dinero en sí mismo el que puede darnos la felicidad. Todo depende de la forma en que uno sepa combinar los estados conscientivos con los sucesos o las circunstancias de la vida práctica.

Si alguien colocado en magníficas condiciones no está a la altura de las circunstancias, si no sabe combinar, inteligentemente, los estados conscientivos con el medio en el que se desenvuelve y vive, incuestionablemente será un desdichado; empero otro, que aunque esté en circunstancias difíciles si sabe combinar los hechos de su vida práctica con los estados de Conciencia, logra bienestar, prosperidad, felicidad, etc. Así pues, que se hace urgente comprender la necesidad de aprender a vivir sabiamente.

Si queremos un cambio definitivo de las circunstancias de la vida, se hace necesario que tal cambio se verifique primero dentro de nosotros mismos. Si internamente no modificamos nada, externamente la vida continuará con sus dificultades. Ante todo es necesario hacernos dueños de sí mismos. Mientras uno no sepa gobernarse a sí mismo, tampoco podrá gobernar las circunstancias difíciles de la existencia.

Cuando contemplamos los diversos acontecimientos de la vida, cuando vemos este orden de cosas, podemos evidenciar que las gentes son verdaderas máquinas que no saben vivir. Si alguien les insulta, reaccionan furiosas; si alguien les saluda, sonríen dichosas. Resulta muy fácil en verdad, para cualquier perverso, jugar con las máquinas humanas; puede hacérseles pasar de la tristeza a la alegría, y viceversa, con sólo decirles unas cuantas palabras. ¡Qué fácil les resulta!, ¿verdad? Basta con que alguien nos insulte para estar reaccionando, basta que alguien nos dé unas palmaditas en el hombro para sonreír contentos. No sabemos gobernarnos a sí mismos, otros nos gobiernan, y eso de hecho es lamentable, somos incapaces.

Es necesario comprender lo que es la mente, y lo que es el sentimiento y el sentimentalismo. Si estudiamos al Ser juiciosamente, veremos que la mente no es el Ser. En la Teosofía se habla mucho del Cuerpo Mental, las diversas escuelas de pensamiento le citan. No queremos con esto decir que todos los "humanoides" posean ya el vehículo mental. Habrá "Manas", como se dice en sánscrito, o sea, substancia mental depositada en cada uno de nos, pero eso no es poseer, realmente, el vehículo de la mente. En todo caso la mente, -sea que el ser humano posea ya tal vehículo, o que esté comenzando a crearlo, o que aún todavía no lo tenga-, no es más que un instrumento de manifestación, pero no es el Ser.

El sentimiento tampoco es el Ser. En un pasado me sentí inclinado a creer que el sentimiento, en sí mismo, correspondía de verdad al Ser. Más tarde, después de severos análisis, me he visto en la necesidad de rectificar tal concepto; obviamente, el sentimiento deviene del Cuerpo Astral en los seres humanos. Podría objetárseme diciendo que no todos poseen ese precioso vehículo Kedsjano, y en eso sí estamos de acuerdo, más sí existe la emoción, la sustancia correspondiente en cada uno de nos; de hecho, sea que se tenga el Vehículo Sideral o no, deviene, claro está, eso que se llama "sentimiento". En su aspecto negativo, el sentimentalismo nos convierte, pues, en entes demasiado negativos, más en sí mismo, el sentimiento no es tampoco el Ser. Puede pertenecer al centro emocional, pero no es el Ser.

La mente tiene su centro, el centro intelectivo, pero no es el Ser. El centro de la mente, el intelectivo, está en el cerebro, eso es obvio, pero no es el Ser. El sentimiento, que corresponde al centro emocional o cerebro emocional, está en la región del Plexo Solar y abarca hasta los centros nerviosos simpáticos y el corazón, pero no es el Ser. El Ser es el Ser, y la razón de ser del Ser es el mismo Ser.

¿Por qué hemos de dejarnos llevar por los centros de la máquina? ¿Por qué permitimos que el centro intelectual o el emocional nos controlen? ¿Por qué hemos de ser esclavos de esta maquinaria? Debemos aprender a controlar todos los centros de la máquina, debemos convertirnos en amos, en señores. Hay cinco centros en la máquina, eso es obvio: el intelectual, que es el primero. El emocional, que es el segundo. El motor, que es el tercero. El instintivo, que es el cuarto, y el sexual, que es el quinto; más los centros de la máquina no constituyen el Ser. Pueden estar al servicio del Ser, pero no son el Ser. Así pues, ni la mente ni el sentimiento son el Ser.

¿Por qué sufren los seres humanos, por qué permiten al pensamiento y al sentimiento que intervengan en las diversas circunstancias de la vida? Si nos insultan, reaccionamos de inmediato insultando; si hieren nuestro amor propio sufrimos, y hasta nos encolerizamos. Cuando contemplamos todo el panorama de la vida, podemos evidenciar, claramente, de que hemos sido, dijéramos, leños en el océano, debido precisamente a que hemos permitido que en las diversas circunstancias de nuestra existencia, se entrometan siempre la mente y el sentimiento. No le hemos dado oportunidad a la Esencia, al Ser, para que se exprese a través de nosotros. Siempre hemos querido resolver las cosas por nuestra cuenta: reaccionamos ante cualquier palabrita dura, ante cualquier problema, ante cualquier dificultad. Nos sentimos heridos cuando alguien nos hiere, o contentos cuando cualquiera nos alaba. Hemos sido víctimas de todo el mundo, todo el mundo ha jugado con nosotros; hemos sido, dijéramos, leños entre las embravecidas olas del gran océano, no hemos sido dueños de sí mismos.

¿Por qué nos preocupamos? -Me pregunto y les pregunto a ustedes-. "Por los problemas", me dirán. La preocupación, mis caros hermanos, es un hábito de muy mal gusto, de nada sirve, nada resuelve; uno tiene que aprender a vivir de instante en instante, de momento en momento. ¿Por qué ha de preocuparse uno? Así pues, ante todo no permitir que la mente y los sentimientos se entrometan en las diversas circunstancias de la vida. La Personalidad humana debe volverse tranquila, pasiva; esto implica, de hecho, una tremenda actividad de la Conciencia, esto significa aprender a vivir conscientemente, esto significa poner el basamento para el despertar.

Todos quisieran ver, oír, tocar, palpar las grandes realidades de los mundos superiores; mas naturalmente, ¿cómo podrían los dormidos convertirse en experimentadores de las grandes realidades? ¿Cómo podrían, aquellos que tienen la Conciencia en sueños, ser investigadores de la vida en las regiones supra-sensibles de la Naturaleza y del Cosmos? Si nosotros despertáramos Conciencia, podríamos comprobar el hecho concreto de que el mundo no es tal como lo estamos viendo.

Muchas veces he dicho, y os lo vuelvo a repetir, que todas aquéllas maravillas que figuran en el libro de "Las Mil y Una Noche", todos esos prodigiosos fenómenos mágicos de la antigua "Arcadia", todos esos milagros de la tierra primigenia, de aquéllos tiempos en que "los ríos de agua pura de vida manaban leche y miel", no han concluido, siguen sucediéndose de instante en instante, de momento en momento, aquí y ahora. Podría objetárseme, que si eso es así, ¿por qué no los vemos? ¿ Por qué no presenciamos lo insólito? ¿Por qué no se nos da la posibilidad de experimentar esas maravillas? La respuesta es la siguiente: nadie nos ha prohibido la capacidad de experimentar, nadie nos impide ver y oír lo que acaece a nuestro alrededor. Si tales fenómenos no son perceptibles en este momento para nuestros sentidos exteriores, se debe a un solo motivo, y por cierto muy grave: estamos en estado de hipnosis, dormidos, y el sujeto en trance hipnótico, se hace incapaz para la percepción de tales fenómenos.

Mucho se ha dicho sobre el abominable Organo Kundartiguador, órgano fatal que la humanidad tuvo en los antiguos tiempos. No se ha perdido del todo; bien sabemos que aún existe un residuo óseo, en la base inferior de la espina dorsal. Nadie ignora que tal residuo pertenece al abominable Organo Kundartiguador, y posee entre otras cosas, un poder hipnótico formidable; esa corriente hipnótica general, colectiva, es fascinante. Si vemos a alguien, por ejemplo, vestido con extravagancia por las calles, no sentimos asombro; decimos, sencillamente: "¡Qué sujeto tan excéntrico!" Otro, que vaya con nosotros, dirá: "¡Así es la moda!" El de más allá exclamará: "¡He ahí un Hippie!", y un anciano que pase por la "banqueta" de enfrente, se limitará a pensar: "¡Cómo está la gente de la nueva ola!". Pero unos y otros están en estado de hipnosis, y eso es todo.

Sometan ustedes a un sujeto cualquiera, X-X, a un sueño hipnótico profundo. Díganle luego que está en medio del océano, que se desvista porque se va a ahogar, y lo verán ustedes desvestirse, díganle que es un gran cantante, y lo verán ustedes cantando, aunque en realidad de verdad sólo dé alaridos; díganle que se acueste en el suelo, y se acostará, que se pare de cabeza y se parará, porque está en estado de hipnosis.

Hice hace poco, un viajecito por allá, hasta el "Puerto de Bayarta" (México), allí existe, como en Acapulco, un barco para los visitantes. No tuve inconveniente alguno para comprar el pasaje que hubo de llevarme hasta una playa cercana. El trayecto fue ameno, delicioso; navegar en el Pacífico resulta muy agradable. Había allí cierto caballero de marras que la hizo de hipnotizador. Cuando resonaron los instrumentos del conjunto, dijo a las gentes que bailaran, y bailaron; que se tomaran de las manos, y todos se tomaron de las manos; a los novios que se besaran -se besaron-, lo único que le faltó a aquél hombre, a aquél hipnotizador improvisado, fue decirles que se pararan de cabeza, pero todo lo que él ordenaba se hacía. Era de reírse uno, y de admirarse al mismo tiempo, ver todas las maravillas que hacía el hipnotizador: cómo jugaba con los pasajeros, cómo los hacía reír, cómo los hacía saltar, cómo los hacía dar vueltas, etc., etc., etc. Claro yo, un sujeto que estoy acostumbrado a estar en estado de alerta-percepción, alerta-novedad, me limité exclusivamente, a ver a esos tontos en estado de hipnosis.

Observen ustedes la propaganda: "¡Compre usted tal remedio infalible contra la tos...!" Cada anuncio da órdenes al pueblo hipnotizado para que vaya a tal o cual lugar, para que compre tal o cual jabón, tal o cual perfume; para que visite tal o cual consultorio, etc., etc., etc., y las gentes se mueven bajo las órdenes de los hipnotizadores, los cuales a su vez, están también hipnotizados por otras gentes y por otras multitudes; como las mismas muchedumbres, todos andan en estado de hipnosis, de trance hipnótico.

Cuesta trabajo saber que uno está en estado de hipnosis. Si las gentes se lo propusieran, podrían despertar de ese estado tan lamentable, pero desgraciadamente no se lo propone nadie. Cuesta mucho pues -repito-, descubrir el estado de hipnosis en que uno se halla. Uno viene a darse cuenta de que existe el hipnotismo, cuando la fuerza hipnótica fluye más rápido, cuando se concentra en determinado lugar, cuando se hace una sesión de hipnotismo; fuera de eso, fuera de tal momento, uno no se da cuenta de que está en estado de hipnosis.

Si uno pudiera despertar de ese sueño en que se halla, verá entonces los fenómenos maravillosos que desde el principio del mundo se han sucedido a su alrededor. Yo conozco fenómenos tan sencillos, que cualquiera puede verlos; son físicos, materiales, están a la vista de todo el mundo, y sin embargo las gentes, viéndolos no los ven. Podrían decirme, o preguntar ustedes, y con justa razón -o podrían exigirme, para hablar más claro-, "Si eso es así, ¿por qué no nos menciona tan siquiera uno?" Motivos: si yo les mencionara a ustedes cualquiera de esos fenómenos -que son perceptibles a simple vista-, los verían de inmediato, más morirían ustedes, porque resulta que todos esos fenómenos, actualmente, que corresponden a fuerzas y prodigios, están celosamente vigilados por ciertos "Elementales" muy fuertes, que al sentirse descubiertos, causarían la muerte de los curiosos, y como no tengo ganas de crearme un panteón por mi cuenta, me veo en la necesidad de callar. Así pues, hermanos, se hace necesario despertar, si es que quieren percibir las grandes realidades de la vida; mas sólo es posible despertar sabiendo vivir.

¿Cómo podría despertar alguien que es un juguete de los demás? Si yo les insultara a ustedes en este instante, estoy seguro de que ustedes no me tolerarían, protestarían violentamente, y a lo mejor ustedes se retirarían violentamente. ¡Vean cuán fácil es hacerlos cambiar a ustedes! Basta con que yo les diga una palabrita dura, y ya se ponen sonrojados y furiosos. Ahora, si quiero halagarlos, me basta con decirles palabritas dulces, y ya están contentos; es decir, ustedes son víctimas de las circunstancias, no son dueños de sí mismos, y eso es lamentable, ¿verdad?

De manera hermanos, que el que quiera ser amo de sí mismo, debe empezar por no permitir que la mente y los sentimientos intervengan en los asuntos de la vida práctica. Claro, esto requiere, como ya lo dije, una tremenda pasividad de la Personalidad y una espantosa actividad de la Conciencia. Precisamente eso es lo que necesitamos: la actividad de la Conciencia. Cuando la Conciencia se vuelve activa, sale de su letargo, y entonces es obvio que viene el despertar.

Ante todo, debemos comenzar por no hacer lo que hacen los demás. Cuando llego a los restaurantes, y voy con toda mi gente, a la hora de la comida puedo evidenciar el hecho de que todos pasan al baño a lavarse las manos. Seré pues, bastante cochino y sucio, pero yo no paso a lavarme las manos. Cuando se me interroga sobre el por qué, respondo: "Sencillamente porque a mí no me gusta hacer lo que los demás hacen", es decir, no me gusta ser máquina. De manera que si los demás se paran en la cabeza, ¿yo también tengo que pararme en la cabeza? Si los demás andan en cuatro patas, ¿yo tengo que andar en cuatro patas? ¿Por qué? ¡No, hermanos! Necesitamos convertirnos en individuos, y eso solamente es posible desegoistizándonos, y no permitiendo que la mente y los sentimientos se entrometan en las diversas circunstancias de la existencia. Cuando entonces comenzamos con este trabajo, cuando aprendemos a volvernos tremendamente pasivos, para darle oportunidad a las grandes actividades de la Conciencia, vemos que todo cambia.

Quiero citarles nada más que un hecho concreto: nos hallábamos en una casa, no importa cual. Uno de los "niños-bien" de aquélla casa, andando por ahí, por esas calles del mundo, convertido nada menos que en un Don Juan Tenorio, hizo de las suyas por allá, con una muchachita. Conclusión, intervienen los familiares de ella; claro, se presentan en esa casa los mismos, buscan al "nene de mamá", al "niño-bien" (¿travieso? Sí, y enamorado. ¿Parrandero y jugador? No lo sé; solamente sé que es un verdadero Don Juan. El padre de la dama viene, naturalmente, con intenciones de "balacear" al caballerito. Nadie se atreve a salir; sólo yo, que estoy ahí, hago acto de presencia; como se me ha dado la oportunidad de servir de mediador, la aprovecho... El furioso jefe de familia llama al jovencito aquél para la casa; detengo al jovencito y hago entrar al jefe de familia ofendido. Con gran dulzura y amor, invito al ofendido y al Don Juan a sentarse un momento, y claro, ambos toman asiento. Junto con el jefe viene una señora; comprendo que se trata de la madre de la dama. Hay palabras terribles, no falta sino sacar la pistola y dispararla; sin embargo, le digo al señor con buenas maneras: "Todo es posible arreglarlo; mediante la comprensión, todo se puede solucionar; con matar no se resuelve el problema". Aquél hombre se sintió, pues, sorprendido; no pensaba que en aquélla mansión hubiera alguien tan sereno y tan tranquilo. Hay conversaciones, intercambio amistoso entre el jefe y el Don Juan. Todo se arregla y se marcha el ofendido, llevándose su pistola sin disparar, con los cinco tiros. Todo se arregló; ¿por qué? Porque yo puse un estado de Conciencia superior a aquél evento, al servir de mediador. Mas si yo hubiera aconsejado a aquéllas gentes, a proceder con violencia; si yo mismo, "dándomelas" de buen amigo, hubiera respondido con duras palabras, las circunstancias habrían sido diferentes y el Don Juan hubiera ido a parar al panteón, y esas dos familias se hubieran llenado de luto y de dolor.

De manera que las circunstancias de la vida dependen de nuestros estados de Conciencia. Cambiando uno sus estados de Conciencia, cambian las circunstancias, eso es obvio. No podrían cambiar las circunstancias de la vida, si no cambiamos antes nuestros estados de Conciencia.

Los invito pues a ustedes, a la reflexión más profunda. Conforme nosotros vayamos permitiendo que se manifieste la Conciencia, conforme vayamos controlando la mente y el sentimiento, para que no metan sus narices donde no deben, el resultado será maravilloso, porque a medida que la Conciencia se activa, el proceso del despertar se acentúa, y no solamente cambian todas las circunstancias que nos rodean, sino que además empezamos a notar que durante las horas en que el cuerpo físico duerme, nosotros trabajamos -vivimos dijéramos-, fuera del cuerpo físico en forma consciente. Y así, a medida que la Personalidad se va volviendo pasiva, a medida que la mente y el sentimiento van siendo refrenados para que no se metan donde no deben, el despertar será cada vez más grande, y así terminaremos convertidos en grandes investigadores de la vida en los mundos superiores. Quien quiera despertar, debe hacerlo aquí y ahora. Quien despierta aquí y ahora, despierta en todos los rincones del Universo.

Bien, mis caros hermanos, hasta aquí con esta plática. Pueden preguntar con entera libertad.

P.- Maestro, usted, acaba de decir que no todos tienen el cuerpo Astral, mi pregunta consiste en saber: ¿por qué una persona que duerme en su lecho sueña que está en otra parte, allí que hubo, una salida del Cuerpo Astral, de la Conciencia o del pensamiento?

R.- Ciertamente el Cuerpo Astral es un lujo que no todos los seres humanos se pueden dar, nadie nace con Cuerpo Astral, excepto aquellos que en vidas anteriores lo crearon. Cuando uno se ha dado el lujo de crear ese cuerpo, puede vivir en contacto con los mundos superiores en forma natural, como vivimos en cuerpo físico. Mas como todos no hemos creado todavía ese maravilloso instrumento de la existencia, es claro, cuando actúe fuera del cuerpo físico, sea porque se haya escapado a través de la muerte, o durante las horas del sueño actúa el Ego. Quiere decir que la Esencia es un material anímico, dijéramos el factor directivo de todos los procesos psicológicos que llevamos en nuestro interior, -está embotellada entre el Ego, entre el "yo", el "mí mismo", el "sí mismo" -, y cuando llega la hora del sueño normal, común y corriente, el Ego, el "yo psicológico" -dentro del cual está enfrascada la Esencia- abandona el cuerpo físico. Pues si el Vehículo Vital no repara el cuerpo de nosotros, éste muere, y para que el Vehículo Vital pueda reparar el cuerpo físico, se hace necesario que el Ego, entre el cual esta embotellada la Esencia, abandone el cuerpo físico. Entonces el Ego viaja por los distintos lugares del mundo, y claro, como quiera que lleva la Conciencia dormida, sueña, y los sueños son transmitidos a través del Cordón Plateado, entonces llegan al cerebro físico.

P.- ¿Podemos nosotros identificar al Cuerpo de Deseo, asiento de las emociones del Ego?

R.- Ciertamente el Cuerpo de Deseo no es un cuerpo en sí, no. Es una serie de formas o agregados que se penetran y compenetran mútuamente en forma inconfundible. A ese "yo", a ese Ego, que alguno llame Cuerpo del Deseo, allá él, tampoco se le puede llamar cuerpo; mas si así quiere llamársele que se le llame, sin embargo no sería correcto. El Ego no tiene individualidad alguna, no es ningún organismo, es tan sólo una suma de agregados. Si esa clase de prueba convencional, de que fulano de tal salió en Astral, ¿qué sabemos nosotros si ese fulano tiene formado el Cuerpo Astral? ¿Qué sabemos nosotros? Salir el Ego, dentro del cual está la Esencia, la Conciencia, no es viajar en Cuerpo Astral, lo que pasa es que el Ego hace las veces de Cuerpo Astral. El Ego es el Ego y eso es todo.

P.- ¿Es posible que alguien esté despierto aunque esté embotellado por el Ego?

R.- Sí, si la Conciencia logró despertar, obviamente es porque el Ego ha perdido volumen, y cuando el despertar es radical, total, absoluto, el Ego ya no existe. De manera que el Ego va siendo reducido a cenizas, la Conciencia va despertando. El despertar nunca es inmediato, se va teniendo en forma graduativa. Generalmente cualquiera puede tener un 1% de Conciencia despierta, o no tiene nada, o puede tener 2 ó 3 %. Si la humanidad tuviera un 10% de Conciencia despierta, ya no habrían guerras. Tener un 100 % es sumamente difícil, solo los grandes maestros podrían tener ese 100 % -es muy difícil-, solo lo tienen Maestros como Jesús de Nazaret, Pablo de Tarso etc. Pero los Maestros que no han alcanzado a estas alturas todavía, que no han podido ingresar aun al círculo selecto de la Humanidad Divina, que no han alcanzado la Resurrección, todavía no gozan de ese 100 por ciento. Así pues, debemos reflexionar profundamente. Hay diferentes porcentajes de Conciencia, debemos mejorarlos, tener el 5 o el 10 por ciento en todo caso; cuando el Ego se vaya disolviendo, el porcentaje de Conciencia se irá aumentando, y a medida que el porcentaje de Conciencia va aumentando, la capacidad para investigar en los Mundos Superiores se va haciendo cada vez mayor.

Así pueden lograr mediante la meditación interna profunda, desechar el material psíquico para que desembotelle la Conciencia momentáneamente, para experimentar eso que es del Ser, eso que no es del tiempo. He dicho que cuando la Esencia actúa en ausencia del "yo", del "mí mismo", del "sí mismo", aunque sea momentáneamente, entonces actúa algo así como en forma armónica. Por eso es que la meditación es un arma formidable, permite a la Esencia el desembotellamiento; si alguien ha experimentado en sí mismo esto, es diferente a las demás gentes. Quien haya sentido alguna vez ese elemento que transforma, incuestionablemente que ese individuo en su provecho ha pasado por una experiencia grandiosa que lo refuerza en sus profundidades más íntimas, que le da ánimo para la disolución del "yo" y le fortifica en la lucha contra sí mismo, el "sí mismo". Para lograr esto mis caros hermanos, hay que trabajar intensamente sabiendo vivir en la vida práctica, no permitiendo que la mente y los sentimientos intervengan en las diversas circunstancias de la vida, dándole oportunidad siempre a la Conciencia para que sea ella la que actúe y no nosotros. Cuando procedemos así, de hecho nos colocaremos en el camino que nos ha de conducir al despertar. Necesitamos ser diferentes a las multitudes que nos rodean, no hacer lo que hacen los demás, necesitamos convertirnos en verdaderos individuos.

 

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